En 1888 nos encontramos con un intento de reunificación de las fuerzas proletarias. Se trata del Pacto de Unión y Solidaridad, creado en Barcelona, como siempre, y que se instalaría también en Madrid muy poco después. Ante todo suponía una unidad de la clase trabajadora, tanto de anarquistas como de socialistas, contra el capitalismo. Dentro del anarquismo, los bakuninistas vieron con muy buenos ojos el intento y consideraron que era un gran paso hacia la unidad de los obreros, superando las diferencias ideológicas que los separaban. Sin embargo, el sector kropotkiniano, los anarcocomunistas, sobre todo los andaluces, recelaron siempre de este experimento. El tiempo les acabaría dando la razón.
Vimos ya cómo en la celebración del primer 1º de Mayo en Madrid hubo dos formas de recordar la fecha en que cayeron los mártires de Chicago: una, la manifestación pacífica socialista; y otra, la huelga general convocada por los anarquistas. Uno de los periódicos libertarios de la época editorializaba: “La libertad no se pide, se toma. La jornada de ocho horas no la obtendremos con pacíficas manifestaciones y con inútiles y serviles peticiones, la obtendremos imponiéndonos, y la imposición está en la huelga” En la manifestación de Madrid predominó el criterio socialista y la celebración del Primero de Mayo no pasó de ser un mitin y una concentración pacífica de trabajadores.
En cambio, Barcelona, ciudad de gran tradición anarquista, con una clase obrera más formada y concienzuda que la madrileña, supo llevar a cabo el paro generalizado desde primeras horas de la mañana. La huelga tenía como objetivo forzar la reducción de la jornada laboral de una sola vez y fue planteada como una auténtica batalla de resistencia. El Gobierno estaba nervioso y, cuando al día siguiente vio que los obreros no retornaban a sus puestos de trabajo, decretó el Estado de Guerra. Los trabajadores regresaron a las fábricas y los talleres el día 12, después de haber conseguido la reducción efectiva de la jornada en muchos sectores. Fue entonces cuando comenzó la represión. El periódico El Productor fue suspendido durante dos meses. Otras dos publicaciones ácratas, La Víctima del Trabajo y El Jornalero, se suspendieron durante tres. En todos ellos se había realizado una exhaustiva defensa de la huelga general como táctica para el Primero de Mayo.
En 1891 todo cambió. El Pacto de Unión y Solidaridad se adhirió a la lucha combativa del Primero de Mayo. No obstante, todos los trabajadores que no eran anarquistas se negaron a secundar la huelga. Especialmente clarificadoras de las posiciones socialistas son las declaraciones hechas en sus periódicos por aquellas fechas. En El Eco de los Obreros Toneleros se podía leer: “Nada de huelgas. Han sido, son y serán siempre una rémora a la felicidad de los obreros”. Y en La Revista Social: “La fiesta del Primero de Mayo tiene que ser simplemente la conmemoración de las conquistas del trabajo por el hombre, un día de fiesta y de regocijo.
Ante esta posición, Ricardo Mella respondería de forma tajante: “Cuando quieran sacarnos en ridícula y teatral procesión, cuando quieran obligarnos a pedir lo que ya nos pertenece, enviad a paseo a esos fantoches, que quieren figurar a la cabeza de las masas para darse tonos de jefes, de futuros diputados, de venideros ministros, y decidles que la clase obrera no necesita de nada de eso para imponerse y triunfar”
Los anarquistas siguieron empeñados en mantener las reivindicaciones del Primero de Mayo, pero la falta de apoyo entre los demás sectores proletarios provocó una gran frustración entre los libertarios. Esa frustración se materializó al día siguiente, cuando varios petardos estallaron en la ciudad condal.
En 1892, más de quinientos anarquistas entraron en la ciudad de Jerez al grito de “¡Viva la Anarquía!”. Muchos de ellos fueron detenidos y ejecutados. En consecuencia algunos anarquistas respondieron a la represión con la colocación de explosivos. El temor del gobierno de que la celebración del Primero de Mayo de 1892 acabara en un baño de sangre como consecuencia de la desmedida represión por los sucesos de Jerez, le llevó a tomar la decisión de prohibir su celebración. Los anarquistas, a pesar de ello, intentaron llevar a cabo una jornada de lucha y conmemoración, no ya de los “mártires de Chicago”, sino también de los de Jerez. La falta de apoyos fue total. Los socialistas supieron canalizar las movilizaciones y llevarlas a su terreno, transformando por fin el Primero de Mayo en una “fiesta” de los trabajadores. La burguesía consintió en esto y siempre vio con buenos ojos que fuesen los mismos socialistas los que anulaban la combatividad del resto del proletariado. En 1893 el Gobierno permitió las manifestaciones; los anarquistas y sus jornadas de lucha del Primero de Mayo ya no daban ningún miedo. Muchos de ellos, viendo el fracaso de la huelga general, habían optado por medios más drásticos y, en general, todos ellos renunciaron a su participación en la “fiesta”. En un manifiesto titulado “A los Obreros” y en referencia a la celebración del Primero de Mayo de 1896, se dice textualmente: “El Primero de Mayo ha perdido su carácter revolucionario, y por ello negamos a la fiesta nuestro concurso” En los años sucesivos, la feroz represión contra el movimiento, que tuvo su cenit en los procesos deMontjuïc, acabó con el Primero de Mayo, que pasó a convertirse en una jornada de celebración socialista.
Los anarquistas, implacablemente perseguidos en aquella época, se refugiaron en la Federación Regional de Sociedades de Resistencia y ,desde esa barricada organizativa, insistieron una y otra vez en sus críticas legalistas y se esforzaron por transformar el Primero de Mayo en una jornada revolucionaria, pero la batalla estaba ya perdida y la jornada acabó por ser plenamente institucionalizada.
En el vacío revolucionario del Primero de Mayo, Mella añadiría una consigna de validez necesaria para las generaciones futuras “Si, como nosotros, creéis de alguna utilidad práctica la agitación de Mayo, no olvidéis que sólo por la huelga general, tan permanente como sea posible, se pueden obtener resultados prácticos, y que sólo por la Revolución que os reintegre todo lo que se os roba, podréis gozar de libertad y de justicia.”
José Javier González de la Paz, militante de C.G.T. y periodista.