En la pasada entrega citamos en un par de ocasiones a Ricardo Mella como defensor de la huelga general frente a la postura socialista de celebrar el 1º de Mayo exclusivamente como una fiesta. Sin embargo, no se hizo ninguna mención a su peso específico como figura clave dentro del movimiento obrero español y , aunque fuera de forma coyuntural, del madrileño.
Ricardo Mella Cea cumple el tópico de “gallego universal”. Nació el 23 de abril de 1861 en La Gamboa (Vigo) y fue uno de los primeros escritores, intelectuales y activistas libertarios de finales del siglo XIX y primeros del XX en España. Durante toda su vida se interesó en temas diversos y fue un estudioso de los idiomas, llegando a dominar, aparte del gallego natal y el castellano, el francés, el inglés y el italiano.
En Gamboa cursó sus estudios primarios. Su padre, José Mella Buján, de profesión sombrerero, era militante activo del republicanismo federal e influyó en su hijo mayor, Ricardo, en este sentido y en su admiración por personajes como Francisco Pi y Margall. A la temprana edad de dieciséis años ingresó en el Partido Republicano Federal, convirtiéndose en su secretario local y destacando ya en su defensa del estatuto republicano federalista, contemplando la autonomía política y administrativa de Galicia.
Durante su juventud trabajó en una agencia marítima de Vigo, que en aquel tiempo comenzaba a experimentar un importante crecimiento como potencia portuaria. Aún así, las deficientes condiciones económicas en Galicia condenaban a sus trabajadores a la emigración. Esta contradicción entre crecimiento por un lado y pobreza por el otro, marco su trayectoria de activismo político. A esta época corresponde también el inicio de sus colaboraciones en prensa, sobre todo en aquella que representaba al republicanismo más extremo, como el bisemanario “La Verdad”, que contemplaba la lucha del proletariado gallego en contra de la política caciquil que se dejaba sentir –y se sigue sintiendo- en todo el país atlántico.
Una denuncia periodística de Mella , involucrando a José Elduayen, político canovista y representante local del poder central, en un desfalco en el Banco de España, del que había sido director, le valió la pena de destierro en 1881, el mismo año en que fundó en Vigo el periódico “La Propaganda”, de marcado carácter obrerista y que se mantuvo durante cuatro años. “La Propaganda” fue presentada en Barcelona en el congreso fundacional de la Federación de Trabajadores de la Región Española, cuyos planteamientos fueron seguidos con entusiasmo por Mella.
Ricardo Mella recurrió la primera condena a cuatro años y tres meses de destierro y 625 pesetas de multa y se le conmutó en noviembre de 1882 por la de tres años y siete meses de destierro y 200 pesetas de multa. Poco antes, en Septiembre del mismo año, asistió en Sevilla al segundo congreso de la Confederación y allí conoció a Juan Serrano Oteiza, editor y director de su órgano de expresión, “La Revista Social”, publicación editada en Madrid por este célebre anarquista miembro del Comité Federal.
Esta relación hizo que se decidiera por cumplir su pena de destierro en Madrid. Poco más tarde, contraería matrimonio con la hija de Juan Serrano, Esperanza Serrano Rivera, con la que tuvo doce hijos. Es también por esta época, 1884, cuando tradujo “Dios y el Estado”, de Bakunin. Colaboró en este tiempo con “La Revista Social” y la publicación mensual “Acracia”.
Aconsejado por su suegro estudió Topografía y ganó una plaza por oposición. Terminado el cumplimiento de la pena trabajó en Andalucía, Asturias y Galicia, donde llegó a ser Director Gerente de la Compañía de Tranvías. Por muy importantes que fueran los cargos que ostentó nunca abandonó la militancia anarquista y la defensa de los obreros. Aunque hubo periodos en que apenas escribió, después volvía con fuerza a la producción periodística y de ensayos, siendo, de hecho, uno de los militantes libertarios que más producción nos ha dejado y que más premios recibió por ella, aún en vida.
En 1911 acudió en representación de Asturias al primer congreso de la Confederación Nacional del Trabajo. El peso del sindicalismo revolucionario de la C.N.T. de los primeros años (principios del siglo XX) procedía de sus tesis, en las que se reflejaban los siguientes principios básicos:
Todos los hombres tienen necesidad de desarrollo físico y mental en grado y forma indeterminada.
Todos los hombres el derecho de satisfacer libremente esta necesidad de desarrollo.
Todos los hombres pueden satisfacerla por medio de la cooperación o comunidad voluntaria.
Mella murió el 7 de agosto de 1925 y en su honor y reconocimiento paró toda la ciudad de Vigo, en la más grande manifestación de dolor que se vio en la época.
José Javier González de la Paz, militante de C.G.T. y periodista