De nuevo está siendo Francia el país que ofrece su lección a Europa. El impacto de la protesta está siendo tal que hasta el diario presuntamente izquierdista Liberation (no olvidemos que ahora su mayor accionista es uno de los antiguos banqueros Rothschilds) avisa contra el peligro de radicalización de las luchas y apunta como “peligrosos” a los estudiantes movilizados y a ciertos sectores de la C.G.T. nutridos de militantes extremistas y muy activos. También se intenta criminalizar a organizaciones minoritarias y autogestionarias como Solidaires y C.N.T.-Francia, con las que nuestra C.G.T. mantiene lazos fraternales.
Lo cierto es que en Francia proliferan las huelgas, las manifestaciones, las concentraciones y, ya también, las barricadas y los enfrentamientos abiertos con la policía. Tan contundente es la respuesta contra la ley de reforma de la jubilación y las pensiones que el Secretario General del mayor sindicato francés, la C.G.T., Bernard Thibault, ha declarado que “la protesta contra la reforma del sistema de pensiones va a continuar aunque se apruebe definitivamente la ley”Por su parte, Olivier Besancenot, líder del N.P.A. (Nuevo Partido Anticapitalista) al comprobar el clima turbulento que están adquiriendo las movilizaciones, ha asegurado que “un nuevo mayo del 68 es posible”.Sin embargo, en nuestro país todo ha terminado con una mediocre huelga testimonial y pactada ¿Por qué, cuáles son las diferencias? Principalmente, dos:
La primera es histórica. Francia es un pueblo que ha ganado sus derechos en la lucha, es el pueblo de la Revolución, de la Comuna, de la Resistencia, de Mayo del 68.
España es el pueblo que dejó morir al dictador en la cama y que aceptó una transición vergonzosa a cambio de una constitución que le “regalaba” unos cuantos derechos, de los cuales, los fundamentales (trabajo, vivienda digna) nunca han sido desarrollados.
Es muy distinto el arrojo que se imprime en la defensa de los derechos conquistados (Francia) que en la defensa de una limosna pactada (España)
La segunda diferencia incide en la relación entre trabajadores y sindicatos. En el caso francés, los sindicatos han defendido siempre (unas veces mejor que otras, por supuesto) los intereses de sus representados y, por lo tanto, el nivel de respuesta en la clase trabajadora es alto cuando se la llama a la movilización. Los trabajadores tienen claro que los sindicatos son sus órganos de defensa y lucha.
En España, sin embargo, los trabajadores, lo que tienen claro es que sus sindicatos (CC.OO. y U.G.T.) a los que ya no están afiliados, o lo están como quien contrata una póliza de seguros, se han pasado la vida firmando recortes en sus derechos sociales, laborales y salariales a cambio de ingentes cantidades de dinero para sus organizaciones, que ya son empresas. La imagen que los trabajadores españoles tienen de sus sindicatos –no sin razón- es la de traidores a sus intereses ¿Cómo van a secundar sus teatrales convocatorias? Además, CC.OO. y U.G.T., debido a esa actitud de perritos pedigüeños, nunca podrán recuperar una imagen respetuosa y digna ante gobiernos y patronal, que ya los ven como a bufones.
Aún así, debemos seguir el ejemplo francés porque ese es el único camino: la resistencia contra la dictadura del capital y el enfrentamiento a sus poderes. Si nuestros sindicatos mayoritarios ya no sirven para la lucha, hay otros. Aquí también tenemos nuestra C.G.T.
Salud y Libertad.